José Manuel Capêlo
EL MISTERIO DE LO BELLO EN PLÍNIO PALHANO

Hay llamados, o señales, que nos llegan como rigurosas coordinadas del destino: aquél que ha sido trazado desde el momento en que nuestro primer vagido se hizo pleno, presente, vivo. Del poeta o artista plástico va tan sólo la transformación del color en palabra como elemento decifrador y explícito.

Es por eso, o es así, que el misterio de lo Bello tiene lugar en la pintura de Plínio Palhano. Espacios azules, perfectos de preguntas, en lo que nos dice la palabra pictórica. Límpida. Luminosa e iluminada. Espacios marrones (castaños), amarillos, verdes, rojos, blancos, arcanos superiores en los que se delimitan los frisos delineados y los horizontes cercanos. Figuras de una dinámica en construcción - caballos, hombres, árboles, desnudos, marinas -, erguidas por encima de las fuerzas mismas o los cuerpos vivos, sentados en sillas de distancia, que se mueven, que la mirada recorre. Como respuestas, las sombras clareadas por la intensidad de los locales - mar perfecto - donde caballos empinan sus luminosidades blancas u hombres deslizan en sus realidades puestas. Figuras aladas, revisitadas en la profundidad del suelo, como si salieran de un viento suave, breve, irreal. ¡Levedad perfecta para quien tiene en sus manos la textura y los colores de la Hora!

Plínio Palhano (se) expone al exponernos.

Y formulamos las preguntas que todos podemos (?), debemos (?) hacer sobre Arte.

De ello surge la geometría de las figuras vivas que se mueven en los rojos de las camisas, en el negro de los pantalones, en el azul del cielo o del mar, en los marrones (castaños) de los troncos, en el verde de la rama, en el amarillo o en lo espléndido del blanco de las olas, de los talles delineados en los caballos o en los recortes de una inmensidad sutil, tenue y cercana.

Silencios de color, intercalados, interligados.

Después de (bien) verse, cerremos o semicerremos los ojos. Veremos la sencillez del color en toda su belleza y forma, ya que nada se desperdicia en el espacio del lienzo. Todo cabe, como "anamorfosición" de secuencias, de consecuencias y de insecuencias.

Me toca soñar. Incluso porque soñar no es tan sólo buscar imágenes que quepan en las palabras. Soñar es también sentir los colores y las formas que nos ofrece Plínio Palhano. Con toda su sencillez, con toda su maestría.

Olinda, 16 de marzo de 1996.



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