Plínio Palhano
ANTES QUE LOS GUGGENHEIMS NOS CALLEN

En España, en el primer semestre del año 2000, los artistas plásticos, por medio de sus representaciones de clase, contando con el apoyo y la fuerza de la prensa, han tomado posición, profesionalmente, frente a los marchands españoles, respecto de la parcela del 50% que éstos exigen de los artistas para la venta de sus obras en los espacios de la galerías. Según los artistas, era injusto ese cobro, sobre todo por la falta de inversiones de parte del marchand. Ese porcentaje sólo se justificaría cuando se tratara de exposiciones (o no) con inversiones directas del galerista, como, por ejemplo, en plegables, catálogos, vernissage, asesoramiento de prensa, cócteles, etc. Los marchands, a su vez, también organizados en sus representaciones, trataron de dialogar con los artistas para llegar a un acuerdo que solucionara esas cuetiones.

Ese hecho constituye un ejemplo del nivel de importancia que tiene la representación profesional entre los artistas españoles. Por mediación de sus entidades, ellos tocaron en una cuestión fundamental de la relación con el mercado, y lo mismo puede afirmarse sobre los marchands en cuanto a la defensa de sus prácticas comerciales. Sería redundante decir que ello es una necesidad del siglo y de la visión contemporánea en la esfera de las interacciones profesionales. Actualmente, el que no cuenta con representación de clase no foralece a la entidad que lo representa, no tiene voz para actuar de manera directa y objetiva en defensa de los intereses colectivos e individuales.

Al artista plástico en Brasil le haría falta algo semejante a esa visión española de actuación, dejando de admitir la "adopción" que muchos marchands y curadores, agregados a gobiernos, pregonan por todo el país como si fueran los únicos caminos para que el artista garantice la divulgación de su trabajo. Eso abriría debates, congresos y otros medios que llevaran a una forma independiente de influenciar a las instituciones del municipio, del Estado y de la esfera federal, si posible de modo

curatorial y ejerciendo su crítica con la fuerza y la influencia que le corresponde. Pero, para entrar de manera efectica en esos campos de acción, sería necesario estar organizado en la respectiva representación de clase.

Se comprueba la fuerza del artista plástico en los períodos electorales. Se trata de una de las clases más buscadas para apoyar a candidatos de los más distintos colores político-partidarios. Siempre se convoca al artista como un "misionero de ideologías", sin remuneración, lo cual no ocurre con los demás profesionales contratados. Le prometen voz y vez cuando se establezca el "gobierno". Con su voto, promueve el artista indicaciones de secretarios y directores de instituciones culturales y da su contribución, en el campo de las ideas, a los ejecutivos y realizadores de turno.

Actualmente, por ejemplo, en la Región Sudeste, ocurre una acalorada discusión entre artistas, críticos y curadores acerca de la instalación del Museo Guggenheim en Brasil, con opiniones casi siempre contrarias o cuestinadoras, con argumentos muy plausibles. Acá, en Recife, el interés se limitó más a las esferas políticas municipales y estatales, porque "se considera" importante tener un Guggenheim en la ciudad, sin pedirles la opinión a los artistass plásticos ni a los demás sectores de la cultura. Quizás se olvidan que existen, tanto en Recife como en todo el Estado de Pernambuco, museos importantes para nuestra cultura que necesitan, prioritariamente, ser reestructurados, y seguramente lo serán algún día, para que lleguen al nivel ideal que los haga dignos de tal denominación.

De tal forma, se evitaría que la presencia del Guggenheim resultara en un verdadero desierto en términos de inversiones de recursos - ya tan escasos para proyectos culturales de cualquier origen - por el simple hecho de que se los destinase naturalmente a aquel museo norteamericano todas las atenciones financieras privadas y estatales.

Hay que considerar que se necesitan millones para instalar un museo de ese porte. Si las inversiones fuesen hechas acá y si fuese nuestra su administración, sería una excelente idea... Pero el centro de la polémica se encuentra precisamente en estas cuestiones: el coste de la instalación del museo, su administración, la presencia de muchos curadores extraños a nuestra cultura y, finalmente, cómo sería su interferencia en nuestro medio.

De modo que, si necesitamos reestructurar nuestros museos, ¿para qué traer un tractor de recursos financieros para un Estado del Nordeste brasileño que tiene inmensos vacíos en el área de la cultura? En Lyon, Francia, se sabe que hubo grandes discusiones sobre la posible instalación de un Guggenheim, y muchos consideraban que el museo interferiría en la cultura y la arquitectura francesas. Allá pueden decir eso porque son franceses y están en el Primer Mundo. Si dijéramos lo mismo, ¿qué rótulo recibiríamos?

Contando con una representación profesional efectiva, el artista plástico siempre tendrá medios para luchar en casos como ese, del Guggenheim, además de contribuir con temas prácticos, de interés general, con miras a enriquecer permanentemente su participación en la sociedad y fortalecer sus relaciones profesionales con galerías, críticos, curadores y gobiernos.