Celso Marconi
Partes de Cuerpo Animal

No me preocupan las similitudes. Desde luego que podrían ser encontradas, ya sea si penetramos en la Historia o si miramos alrededor hacia el actual panorama brasileño. Y Palhano no intenta ocultar todas sus influencias. Las declara muy concientemente. Lo que me preocupa es lo específico. Saber hasta qué punto estamos frente a una pintura que justifica la existencia de un artista y de una exposición individual. Plínio Palhano no es un diletante. Ese trabajo que él presenta ahora - estos 38 cuadros - es el resultado de seis meses de pintura diaria, de las 7 de la mañana a las 6 de la tarde, con rápida pausa para el almuerzo. Y ello me lleva a pensar en una integración entre el tema y el esfuerzo de creación. Mientras se dedica a plasmar una realidad, vive el artista esa dedicación con el mismo tesón del trabajador que retrata. Hacia los cuadros van la violencia del tema y la violencia de la creación misma. Y - según me parece - también la angustia de integrarse al proceso temático.

El tema es claro, conocido. Pero el lenguaje de narración no se evidencia con la misma intensidad. Llega muy cerca, si no a lo abstracto, por lo menos a lo no figurativo. Conlleva incluso una comprensión de la muestra integral, una lectura gestáltica, y no cuadro a cuadro. Le pide al espectador la mirada que abarca, no la que separa. La óptica debe seguir el orden del montaje. Y sin dejar de llevar en cuenta al ritmo. Tal como nació. Y precisamente por eso, fueron los cuadros producidos al ritmo de ocho horas diarias de trabajo. Aquí se encuentra asimismo la presión que viene desde adentro, que ha forzado al artista a recrear, plásticamente, un aspecto de la vida.

Los lienzos de Plínio Palhano son la antidecoración. Ninguno se queda allá, en un espacio de pared, tan sólo componiendo. El cuadro interfiere en el ambiente. A lo largo del tiempo que dure esa muestra, estoy seguro de que estos salones del Museo de Arte Contemporáneo se tansformarán en un matadero. Con el peso simbólico exigido por la realidad misma. Un matadero no sólo de buyes descuartizados sino también de hombres psico y físicamente descuartizados.

Más que con las formas y volúmenes, fijó Plínio Palhano con los colores ocre, azul, rojo, en sus distintas tonalidades, el clima de angustia en el que todos vivimos hoy. Es la pintura en toda su fuerza de actualidad, recreada por Plínio.

Me gustaría que esa muestra individual, la primera de Plínio Palhano, no fuera promovida aquí, en el MAC/PE, sino por el marchand Carlos Ranulpho, en su galería. Y me gustaría observar la reacción de ese público acostumbrado a un arte consumible, decorativo. Me figuro que eso sería como el desbande de la manada.



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