José Cláudio
Plínio y la moda del expresionismo

Mi opinión era la de que Plínio debería exponer algunos cuadros menores, más antiguos, para mostrar que los actuales, más grandes (2x1.23m), no son más que fruto de un efímero entusiasmo por la pintura de moda, "transvanguardia", o como se la quiera llamar, que ha invadido a la pintura brasileña desde hace dos o tres años, sobre todo entre los jóvenes, como Jorge Guinle, sino que se trata, en el caso de Plínio, de un hecho más importante, que tiene raíces propias y que viene desde lejos, si se puede hablar de "desde lejos" en el caso de un pintor que tiene exactos treinta años de edad.

Habrán de argumentar que, partiendo de esos mismos trabajos anteriores, podría el pintor haber seguido otros rumbos - ya que se puede seguir cualquier rumbo a partir de cualquier obra -, pero lo que interesa a nuestra discusión es que cualesquiera otras opciones serían escogidas por descompás, por falta de compromiso u oposición, mientras que en estos cuadros actuales, lo que se ve es precisamente el compromiso cada vez más radical del pintor consigo mismo, con el lado dramático, reambrandtiano, vangoghiano, iberecamarguinao, presente siempre en su personalidad como pintor.

No niego la posibilidad de una alineación con la pintura de moda a la que me he referido, moda quizás en declinio - porque lo más frecuente es que cuando sus ecos llegan a Brasil, ya se acabó la fiesta -, pero decir eso de Plínio sería tan injusto cuando decirlo respecto de otros que buscaban ese filón aun cuando la moda o las modas eran otras, tales como el pop-arte o el arte conceptual, cuando incluso el hecho de pintar cuadros era considerado una alienación.

Hecha la aclaración, podríamos preguntar: ¿y qué mal existe en seguir a la moda? Dürer, Tiziano, Rubens acompañaron a la moda. Dürer luchó desesperadamente para lograr que cierto pintor italiano, cuyo nombre no recuerdo, le enseñara una supuesta regla de oro para que la usara en sus cuadros, regla que, según creía, ese tal italiano conocía. Para lograrlo, recurrió al embajador de su país de modo que éste lo ayudara a vencer la rehúsa del italiano. Y gran parte de la obra de Dürer está motivada por la alucinada búsqueda de la llave de esa geometría que, según suponía el pintor alemán, los italianos les habían robado a los griegos. Al fin, tales historias son recordadas como curiosidades, y lo que permanece es la obra.

Y además de las modas actuales, hay otras, de distintas épocas, que pintores, músicos y la humanidad misma recuperan, además de la moda de no estar de moda, que puede ser considerada la esencia de la moda misma. Pero existe una base, un centro, que, por el hecho de estar en contacto con la moda, precisamente como la ropa, aunque estimule ciertos gestos, ciertas posturas, no nos lleva a ignorar que por debajo hay un cuerpo de carne y hueso.

Es, pues, ese cuerpo de su pintura el que está en esta exposición de Plínio, transitorio como nuestra propia carne, y permanente como declaración del momento vivido y que él nos lo entrega como obra abierta en la que, si hay preocupación con la buriladura, ésta tiene el sentido de que las pinceladas o las "espatuladas" mismas se abran, captadas en el instante quirúrgico. La medida de lo listo, de lo terminado será lo exhausto, será el autoasesinato, operación que nada tiene que ver con suicidio sino con parto. Parto con dolor.

Olinda, 27 de enero de 1985



Volver a la Serie FLORES DE FUEGO