Plínio Palhano (Pernambuco, 1954) se vuelve de todo corazón hacia el generoso paisaje de Olinda para captarle los más pequeños rasgos de su majestuoso colorido. Entre las hojas pintadas, siempre surgen muebles arquitectónicos como una ruína o torre de iglesia incorporando el rol de contrapunto respecto del paisaje. La pintura nace ruidosa sobre la superficie del lienzo, preserva los detritos, la materia del pigmento vivo y presente de las pinceladas que construyen la composición de los cuadros. Él hace que el color se vuelva fuerte y agresivamente emotivo. El actual campo de su obra requiere grandes áreas, de amplios formatos, que posibilitan las alturas, el cielo, el misticismo. Las obras son hechas con una pintura de gestos esenciales. Quizás por ello parezcan representar al vigoroso discurso cromático de la naturaleza misma.

Radha Abramo, Miembro de la Associacion Brasileña de los Críticos de Arte, ABCA

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