Raul Córdula
Memorias de la piel
En el fondo del alma duermen señales, ícones, signos y otras marcas arcaicas. A veces, sin embargo, se despiertan, cobran vida, se revelan. Y surgen en los muros de la ciudad, en el cemento húmedo de las aceras, en los papeles dejados cerca de los teléfonos, donde los hablantes inconscientemente dibujan garabatos, en las arenas de las playas, en las piedras, donquiera. Son manifestaciones rupestres, las mismas creadas por nuestros ancestrales prehistóricos para comunicarse, tal como la selladura de la mano manchada de sangue sobre la pared rocosa de la caverna, o el bisonte pintado con carbón y ocre, o las insculturas de las estelas celtas.
Así es esta serie de telas de Plínio Palhano. Materialmente, los cuadros son sellados con matrices de cuero de buey cubierto con tinta, al igual que las manos del artista antiguo.
Son señaladamente referencias al buey, tal como lo hizo Picasso en Guernica, que él cita pictóricamente. La iconografía se refiere a la guerra por la carne y a la invocación del guerrero. A la guerra, cuando la imagen del buey rupestre se manifiesta en la tela; a la invocación, cuando signos de la cultura religiosa africana señalan creencias y ritos. Se trata de un trabajo de impacto, obra de quien se renueva siempre, integrante de la generación de los grandes artistas de Recife. Un profesional perenne que representa la más insigne tradición del arte pernambucano: la pintura.
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