Montez Magno
Acerca de la pintura actual de Plínio Palhano
Lo que inmediatamente se nota en la pintura de Plínio Palhano es la pincelada nerviosa, inquieta, impulsiva, su desempeño tércnico calcado en una gestualidad veloz; su paleta condicionada a los tonos oscuros, a los sepias rojizos, sin volverse monocromática por la sola razón de los rápidos azules y los insinuantes verdes, a la vez que explosivos amarillos le dan un toque pasional de grito o espasmo, indicando todo ello que ése es un pintor expresionista, o sea, un pintor que deja que afloren sus emociones y sus sentimientos mediante una casi violencia expresiva sin control. Hemos dicho "casi" porque si así no fuera, haría Plínio una pintura puramente gestual y abstraccionista, informal y anárquica.
Decimos que su pincelada es nerviosa, inquieta, etc., y a partir de esa base, podemos relacionar su modo de pintar al de otros pintores pernambucanos de la actualidad, como José Cláudio, Ana Ivo y Piedade, todos ellos pertenecientes a la misma familia de pintores expresionistas gestuales, aunque se distingan en cuanto a la temática que cada uno aborda y al meyor o menor conocimiento técnico/factual.
La representación y la expresión constituyen la tónica de la pintura pernambucana, la de hoy y la de antes, porque somos una zona de resistencia, como diría Marta Traba (crítica argentina de arte residente en Colombia), una vez que las influencias exteriores, las informaciones visuales que nos llegan son todas ineludiblemente filtradas, pasan por una criba de la que sobran algunas referencias y reviviscencias, las que son adaptadas. El arte pernambucano es, por lo general, conservador; las excepciones son raras y no siempre felices.
En el caso de Plínio Palhano, su principal fuente nace de un trío de artistas de los más expresivos: es en Soutine, Daumier y Van Gogh que Palhano fija su base de apoyo y de parentensco, por afinidad electiva, lo cual lo reconoce el autor mismo.
La referencia que en este contexto hacemos a las influencias, a los parentescos y afinidades del trabajo de Plínio con el de artistas extranjeros no conlleva desabono, sino que, al contrario, todos sus mentores artísticos son de alto nivel, lo que le da, desde luego, importantes credenciales. Por cierto, Octavio Paz, en la introducción del libro "Sendas de Oku", de Matsuo Basho, dice que "el hombre es los hombres, y la cultura, las culturas", lo cual significa que todo lo que es humano pertenece a todos los hombres y a todas las culturas.
De modo que recibir influencias o tener afinidad con tal o cual artista debe ser entendido de forma más natural, y no con prejuicios y provincianismos.
En la exposición que ahora se lleva a cabo, el tema abordado es el hombre del campo, el trabajador manual de los cañaverales, los cortadores de caña de azúcar, la gente sencilla y humilde en su rutina diaria y repitiendo los mismos gestos en su trabajo cansativo, así como nosotros, los urbanos, a nuestra manera o de manera distinta, también repetimos todos los días gestos iguales a los de ayer.
Los mismos títulos ya son una referencia, que, por cierto, es asimismo referencial a la elección de los temas abordados (Tombando Cana: Derribando Caña; Amolando Foice: Afilando Machete; Trabalhador: Trabajador; Cortando Cana: Cortando Caña; Pondo Cana no Cambito: Poniendo Caña en la Horquilla; Água para o Trabalho: Agua para el Trabajo, etc.), lo que demuestra que Plínio es un artista preocupado (por lo menos plásticamente) con los menos favorecidos económica y socialmente, y a su pintura la recorre un sentimiento dramático.
Desde el punto de vista meramente técnico, los cuadros "Trabalhador", "Força" y "Tombando Cana II", son, acorde con mi opinión, los mejor realizados, con la pincelada más segura y el empleo más denso y más adecuado de la tinta.
Parece asimismo que los lienzos con dimensiones más amplias podrían proporcionar al pintor una disponibilidad de espacio más propicia al ejercicio de su gestualidad.
Hay además una tendencia hacia la abstracción informal cuando las formas figurativas sob meramente insinuadas o, a veces, casi camufladas, de modo que no siempre, por lo tanto, se concreta la figura.
Se siente en el conjunto, que la fuerza de la pintura de Plínio Palhano se encuentra en la dramaticidad de la expresión, en la velocidad del gesto, llevando al espectador más hacia el camino de la sensación, del sentir, de la sensorialización, pues no se trata de una pintura cerebral, aunque también nos provoque algunas reflexiones.
Olinda, 17 de agosto de 1982
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